Carta desde mi escondite

Hace mucho que no escribo nada sobre el proceso de las llamas gemelas. Quizás porque en esta última temporada he necesitado distanciarme un poco de ello. Creo que he pasado de casi perseguir a mi Llama a esconderme de él, con el único fin de poder descansar y recuperarme de lo que para mí ha sido como una subida a una montaña con una carga muy grande a las espaldas. Cuando ya no pude más, le solté para que viviera su propia vida y, aunque me costó mucho, dejé de preocuparme por qué tal estaría, qué cosas estaría viviendo, y me centré en mi vida. Confiando en que así era como tenía que ser y que todo estaba siguiendo el perfecto Orden Divino. Este poder soltarle me ha venido muy bien para poner Presencia en mi vida y dejar de estar enfocada en la suya. Era algo insano y que me ha llevado mucho tiempo ser capaz de hacer, a pesar de ser consciente de ello. Pero ya sabéis que desde ser consciente de algo hasta poder integrarlo en uno mismo suele haber todavía un largo camino por recorrer.

chico-escondido.jpg

A pesar de todo sigo pensando en él. Todos los días, en algún momento, viene a mi mente. Pero por lo menos ya ha dejado de ser lo primero en lo que pensaba al despertarme y lo último que venía a mi mente antes de dormirme… Y claro que todavía le amo, eso nunca creo que vaya a desaparecer, pero ahora que he puesto la atención en mi propia vida he comenzado a amarme a mí también, que era algo que había postergado siempre…

Y, como os digo, sigo pensando en él, y a veces sueño con él. Creo que los sueños son también lugares de encuentro con aquellos que no podemos ver en nuestro día a día, y yo me encuentro allí con él. Y en esos sueños sí que es el muchacho sabio, noble y amoroso que yo siempre he visto bajo su superficie de hielo. Y en esos sueños compartimos tantas cosas…. y somos complementarios y hacemos un trabajo común. Siempre nos veo rodeados de grupos de gente, hablando, acompañando. Es como si nuestras frases se completaran, como si fuéramos un único pensamiento. Pero cuando me despierto siempre me noto revuelta. Como si, en el fondo, me hubiese molestado que un sueño venga a derribar ese murito de aislamiento que con tanto esfuerzo me estoy queriendo construir hacia él… quizás porque ese muro ha de desaparecer para que mi vida se dé plena, y el amor pueda entrar y también salir. Pero no ese amor condicionado que todos vinculamos a las parejas o al enamoramiento, sino el amor incondicional, ese amor del Cielo manifestado en la tierra. Y esos días en que esos sueños me revuelven noto que dentro de mí algo quiere expresarse. Quiere decirle que sigo enamorada de él. Pero ya no lo dirijo hacia él. De momento eso ya no toca, pues muchos otros mensajes anteriores ya chocaron contra su coraza y me rebotaron haciéndome mucho daño. Ahora lanzo frases de amor al Cielo, y sé que a algún sitio llegarán, porque son vibraciones de altísimo nivel y eso jamás se perdería. Quizás solo se acumulen en algún lugar, sumándose a las de otros tantos miles de vibraciones enviadas por humanos que sienten desde lo más profundo de su corazón…

El caso es que hoy es un día de esos en los que lanzo palabras al Cielo. Palabras hacia él, pero enviadas a Dios, sin intermediarios, sin receptores concretos. Y hoy las transcribo aquí también, para que vosotros las leáis en su camino desde mi corazón hacia el Cielo. Con todo mi cariño:

Carta desde mi escondite:

Querido Amor de mis vidas,

Hoy por fin plasmo físicamente estas palabras, esas que he tratado de ahogar todo este tiempo. Todavía no me atrevo a que se hagan voz, ni a que te lleguen a ti, pero me permito que mis dedos tecleen estos sentimientos desde mi rinconcito y en silencio. Son palabras que ahora sé que no te diría en persona, porque nos harían daño a ambos,  porque ahora entiendo que nuestros procesos son diferentes y que todo lo que traté de forzar ha supuesto un gran desgaste en mí y una huida en ti.

Desde mi herida cicatrizándose, queriendo hacerse costra, me he dado cuenta de que quiero que esa membrana de piel nueva sea permeable al Amor, pero solo al Amor imperecedero y sin condiciones. A ése que vive dentro de nosotros, y que fue el único equipaje que nos trajimos al llegar a esta Tierra. Ya no sueño con tu amor correspondido, ni con compartir tiempo físico contigo. Lo intenté tanto tiempo y no fue que hasta hace poco que lo comprendí…

No sé si alguna vez pensarás en mí. Yo sí lo hago, todos los días, en algún momento. Vienes a mi mente, y en ese instante quiero ignorarte por miedo, pero al final siempre te acaricio con mi pensamiento y te vuelvo a enviar al Cielo, para que mi vida pueda seguir hacia delante. Ya no eres lo primero que viene a mi cabeza cuando me despierto por la mañana ni lo último al acostarme por la noche. Y me siento bien por ello, porque así es como ha de ser, para poder vivir con normalidad y cordura.

Ya no miro tus redes sociales, ya no te mando mensajes. Pasó el tiempo de mostrarte mi corazón abierto de par en par. Ahora toca curarlo y me protejo en este escondite. Quiero hacerme la dura y a veces creo que lo consigo. Hasta que alguna noche, en algún sueño, te me cuelas y apareces en todo tu esplendor, siendo tu mejor versión. Y entonces me despierto y me doy cuenta de que mis tripas todavía sienten. Sienten mucho. Y paso el día un poco revuelta, porque en medio de mi consciencia una partecita de mí todavía no entiende bien por qué todo esto tiene que ser tan raro y tan difícil.

Fue bonita nuestra historia. Y es bonita ahora también, aunque no estés. Y miro atrás y pienso que así tuvo que ser, y que todo sucedió como tenía que suceder. Y no me arrepiento de haber tenido el coraje de expresarte lo que sentía. Sé que el día que me tenga que marchar de este mundo estaré tranquila porque escuché a mi corazón y fui valiente de expresarte lo que en él había. El amor siempre triunfa, aunque a nosotros nos parezca que no. Sé que mis palabras y mi amor han plantado una semilla en ti. Que ojalá florezca algún día. Quizás no para que yo me deleite con su aroma, pero sí para que tu escala de amor se dispare algún día, y salga por cada poro de tu piel. Para que ese amor se manifieste en cualquier pequeña cosa o acto que materialices en esta tierra y de ese mismo modo me suceda a mí también. Dios nos puso a uno en el camino del otro, y ese cruce de senderos en el que nuestros ojos chocaron y se reconocieron marcó un antes y un después en nuestras vidas. Ambos estamos llamados al amor, pero no al amor romántico, sino a ése que te da la fuerza para mover montañas.

Y desde este escondite desde el que me abro a Dios, pero de ti me oculto, le digo que he sido, soy y seré una persona muy afortunada por haber vivido y sentido todo este maremoto de AMOR con mayúsculas.

Ahora toca distancia, puede que transitoria, o puede que definitiva, pero es necesaria, al menos para mí. Mi cuerpo está cansado, necesita parar y sanarse. Pero mi alma sigue encendida, trabajando cada segundo del día para que no me olvide de qué soy en realidad: un alma que ha venido a recordar que es algo más que un cuerpo y una personalidad. Un alma que ha venido a ofrecer servicio, a darse de algún modo, aunque todavía no sepa claramente cómo hacerlo.

Y ahora ya me despido: Adiós, espejo de mi alma, o quizás solo hasta pronto. Seguiremos encontrándonos en sueños si tú quieres. Mi corazón te recuerda, cada día. Te amo hoy y siempre, desde el desapego y la libertad. Deseo que tu camino esté lleno de alegría y  dulces momentos, aunque no sea a mi lado. Nada me haría más feliz.

……………….……………………………………………………………………………………………………………

Y bueno, ya me despido de vosotros también. Gracias por vuestro tiempo y por ser cómplices de mis emociones. Es muy grato caminar a vuestro lado. Os aprecio muchísimo.

Con todo mi cariño,

Ultreia

P.D. Acabo de recordar que hace algún tiempo me llegó un vídeo de animación que me  mostró de manera muy gráfica cómo el apego o el aferrarnos a algo con uñas y dientes puede llegar a ser dañino para nosotros. Aquí os lo adjunto, para que también vosotros podáis cortar con cualquier cosa que os ate de manera enfermiza. Espero que os guste:

Deja un comentario