Embarazo, parto, nacimiento: Mi experiencia espiritual

Hola, compañeros de camino!

De nuevo han pasado muchos meses sin que escribiera nada… Esta vez ha sido el pequeñín que llevo ahora mismo dormido en una mochila el que me ha tenido tan ocupadísima como para dejar que el blog se llene de telarañas… Perdonad esta ausencia tan larga. Me acuerdo muchísimas veces de escribir, y me encantaría hacerlo, pero apenas tengo ratos largos en los que poder sentarme, ni siquiera para descansar. Qué le vamos a hacer, si este niñito es poco amigo de siestas. Es que el mundo es taaaaaan interesante que es una pena dormir….jijijji! Esto debe de pensar «J», que lleva 6 meses llenándonos la vida de sonrisas, de ojos enormes que miran las cosas maravillados, de ese tacto suave con olor a piel de bebé… y de una ternura que no se puede describir.

Así que tenía pendiente escribiros, no me olvido de vosotros. Y voy a intentar, aunque sea así, con este angelito porteado en una mochila y escribiendo a paso de tortuga y en fascículos, ir compartiendo nuevas experiencias y vivencias con vosotros.

Y como en este blog siempre os intento dar una visión (mi visión) espiritual de la vida, ahora me toca hacerle un homenaje a la maternidad, al parto, al nacimiento… A estos momentos mágicos de la vida que nos llegan como transiciones y etapas de mucho-muchísimo aprendizaje.

Los que seguís mi blog ya sabéis lo deseado que era este segundo embarazo para mí. Tras pasar por una época de metamorfosis que casi me lleva con ella a raíz del bombazo de toparme con mi Alma gemela, deseaba tener un bebé. Pero no fue hasta poder estabilizarme emocionalmente, poder centrarme en mi familia y volver a ser capaz de amar a mi marido, cuando pude dar paso a este pequeñito hacia nuestra vida.

Como os comenté en el enlace de «Niños de las Estrellas», siempre he pensado que a mis hijos quería desearlos mucho antes de ni siquiera haberlos concebido. Siempre he creído también que todos los (futuros) padres y madres deberían hacer una especie de preparación interior previa a la concepción de un hijo, en la que miraran a su interior e intentaran sanar todo lo que pudieran sus propias carencias emocionales. Sé que a día de hoy son cada vez más padres y madres los que toman consciencia de este trabajo y se ponen a ello antes de tener un hijo. Otros quizás empiecen a prepararse ya durante el propio embarazo o quizás tras tener al niño, es fantástico también. Pero sigo decantándome más por hacerlo antes de quedarnos «embarazados». Más que nada porque todos los que estamos haciendo un trabajo de introspección y de sanación sabemos cuánto se mueve a nivel emocional nuestro interior y lo inestables que nos quedamos hasta volver a poner todo en orden de nuevo… Pero cualquier trabajo será bienvenido en cualquier momento. Todo llega en el momento adecuado.

Bueno, pues a lo que iba, Yo había deseado mucho a este bebé, desde hace aproximadamente 4 o 5 años. Pero como justo en ese momento me crucé en la vida con mi llama y mi interior se quedó tan patas arriba tuve que sanarme un poco primero. Y ha sido un tiempo de llorar mucho y de impotencia, por desear algo tanto. Pero a la vez ha sido un periodo de ser super consciente de que así, en ese estado emocional, no podía ser, porque el más afectado por toda mi inestabilidad hubiera sido mi futuro bebé. Y yo no deseaba aquello… Así que, al mismo tiempo que trabajaba en mí, comencé un diario en el que ya le «hablaba» a mi peque. También solía escuchar canciones que me sirvieran para vincularme a él, y bailaba suavecito tocándome la barriga, mientras mentalmente (y desde el corazón) me conectaba con él. No sabéis qué lagrimones me solían caer mientras lo hacía…. uf!   Y pasaba el tiempo y, aunque iba mejor con la estructuración de mi interior todavía no podía ser… y el tiempo pasaba, y yo iba cumpliendo años, y mi preocupación aumentaba… Pero ya el año pasado, con 37 años, y bastante parte sanada, aunque no en su totalidad (no sé si eso se llega a conseguir alguna vez), un día me dije a mí misma que ya bastaba, que quería pasar página y dejar de sentirme culpable por lo que había vivido. Que quería actuar desde el Amor. Y ese Amor, que es nuestra esencia interior, me decía que ya había llegado el momento, y que mi niño quería «venir» ya.  Así que mi marido y yo nos tomamos un día especial como «de novios», y nos fuimos a cenar y a un concierto de los «Golden Apple Quartet» (que por cierto son magníficos). Lo pasamos genial. Y aquella noche, al volver a casa, llamamos a nuestro futuro hijo desde el amor… y él vino.

Quise poner mucha consciencia en el acto de llamarle. Y quise poner mucha consciencia en aquel momento, en aquel «aquí y ahora», en mirar a los ojos a mi marido, y verle a él, y no a mi llama gemela, y desear estar con él, sentir su amor, y desde la unión de nuestros corazones invitar a esa nueva «almita» a nuestro hogar. Y así lo hice, mentalmente le dije a nuestro futuro bebé que estábamos preparados para recibirle, que nos ofreciámos como sus padres, con nuestras virtudes y defectos, y que le ofrecíamos nuestro hogar. Que le amaríamos tal y como fuera y que estábamos deseando conocerle…   Y sentí o quizás imaginé como una especie de espiral o torbellino que subía hacia arriba desde nuestros cuerpos unidos, como subiendo al Cielo a buscarle… Fue muy bonito y lo recuerdo con alegría en el corazón. Y a las 3 semanas o así de aquel día, ya pude hacerme un test de embarazo y supimos que nuestro pequeño había anidado dentro de mi.

Ha sido un embarazo más agitado a nivel emocional que con mi hija mayor, porque todavía arrastro un poco mi problema de la piel, y durante el embarazo ha sido como caminar un paso para adelante y medio para atrás en este tema. Así que le hablaba a mi bebé e intentaba explicarle cómo me sentía los días que de repente me ponía con todo el cuerpo lleno de manchas rojas… yo le decía que me sentía como Sísifo, empujando aquella gran roca hasta la cima de la montaña, que siempre justo antes de llegar arriba volvía a caer ladera abajo y tenía que volver a subirla una y otra vez…. Así que sé que mi bebé saldrá con carácter de luchador y de intentar las cosas una y otra vez a pesar de las circunstancias.  Y también ha sido un embarazo con muchos cambios elegidos. Me he notado muy segura y he sabido poner muchos límites sanos donde antes no había podido/sabido hacerlo. Y he hecho un filtro increíble de qué personas quería tener a mi lado y cuáles no… y ha sido super sanador.

Con mi alma gemela he tenido algo de contacto, pero poco, la verdad. Con él también decidí que tenía que poner distancia y dejé el último vínculo que me unía a él, el pertenecer a un grupo de voluntariado que él lideraba. Llevaba ya tiempo que no se me alegraba el corazón con lo que hacía, y cada interacción con mi llama era siempre decepcionante. Quise dejar de esperar nada de él y perdí la ilusión por participar en sus actividades y por estar en su vida, así que me marché, porque ya no podía más. Estaba muy cansada de tener que esforzarme tanto para poder ser su amiga. Así que corté la «cadena» que me unía a este grupo y me sentí muy libre… y pude comprobar que podía seguir viviendo sin él en mi vida.

Así que ya veis, el embarazo me trajo muchos cambios a mejor, y mucha consciencia también de quién era yo, de qué quería para mí y de conexión con mi bebé y agradecimiento profundo por que estuviera creciendo dentro de mí. Y me preparé para su llegada. Diariamente meditaba un ratito frente a una especie de altar que creé y que se componía de una velita, un par de ángeles, unos dibujos de mi hija mayor… Escuchaba mi música de Stephen Halpern y Kitaro, y con la ayuda de la aromaterapia y mis afirmaciones positivas, volaba hasta un mundo de tranquilidad y paz donde me sentía una mujer valiente, capaz, amada y protegida.

Y pasaron los nueve meses y llegó el día de su nacimiento. Semana 39+6, a las 23:45h de la noche, en un parto veloz, intenso y consciente, llegó al mundo mi pequeñín. Cuando me venía la contracción me centraba en respirar y en inhalar mi pañito de felpa impregnado con aroma de incienso y mandarina. Estoy convencida de que las mujeres que tenemos la suerte de tener un parto natural, sin anestesias ni medicaciones que interfieran en el proceso entramos en una especie de trance durante el trabajo de parto. Durante la etapa de expulsivo, al menos a mí, en ambos partos, entre contracción y contracción, me pasaba que me evadía, o me medio dormía, no sabría explicarlo muy bien, y mirándolo desde el punto de vista espiritual diría que es un momento en el que la mujer, o uno de sus cuerpos etéreos se desplaza a otro plano de existencia en busca del alma del bebé… Como si fuera un edificio de pisos y la madre sube unos pisos en ascensor y el bebé baja otros pocos y ambos se encuentran en un nivel intermedio… Luego encontré en internet una imagen que corroboró mi intuición y que decía «Se dice que las mujeres de parto dejan sus cuerpos… Viajan a las estrellas para recoger las almas de sus bebés y vuelven al mundo juntos». Qué bonito, no? Os lo pongo a continuación:

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(Para no cortar mucho la historia y no liarme demasiado, al final del post os voy a explicar una experiencia muy interesante y vinculada a esto que tuve en un taller que cursé hace unos 3-4 años…)

Y como os digo, decidido y veloz como un rayo, «J» llegó al mundo de manera natural y amorosa. Y lo recogí de entre mis piernas y me senté abrazándolo fuerte en mi regazo. Qué aventura tan intensa y tan maravillosa! Pero no fue hasta unos minutos después en los que fui procesando todo lo que había pasado… y entonces sucedió que a mi memoria vinieron una serie de imágenes enlazadas de todo lo que había sido mi periplo con mi alma gemela… pero aquellas imágenes no venían acompañadas por sufrimiento, dolor, lágrimas o frustración, sino del más profundo agradecimiento…y acompañadas por la frase: «Todo aquello tenía que suceder tal cual sucedió para que este niño naciera y estar hoy aquí y ahora». Y en ese momento se me llenaron los ojos de lágrimas y besé a mi marido mientras abrazaba a mi bebé, sumida en el más profundo agradecimiento y entrega que he vivido en toda mi vida.

Y fue entonces cuando sucedió algo inesperado (aunque mi intuición ya me había advertido antes) y es que tuve una hemorragia bastante fuerte. El equipo que me atendía, y al cual estoy enormemente agradecida, se puso manos a la obra para solucionarlo, y mientras intervenían de diferentes maneras yo confiaba que todo iba a salir bien. Y sentí como si desde el cielo, una especie de seres, de «matronas del cielo», me estuvieran protegiendo, y supe que no tenía que tener miedo y que aquello se solucionaría. Y me vinieron a la cabeza otras mujeres, ancestras de mi familia, pero también desconocidas, mujeres de todo el mundo que habían muerto o salido malogradas de un parto a raíz de una hemorragia y desde mi corazón les rendí un homenaje, y les di las gracias por haber sido tan valientes de elegir aquella experiencia de vida, y honré su papel en sus familias y en la historia, y les mandé amor. Y dentro de mí, me  dije, y también les dije a ellas, que yo elegía salir sana de aquella experiencia y que liberaba el sufrimiento que ellas y sus seres cercanos habían vivido. Y me veía libre de aquella carga y sana y salva para vivir mi vida con mi bebé y mi familia…  Y al poco tiempo me dijeron que ya había parado la hemorragia y que no creían que me haría falta ir a quirófano ni trasfundirme sangre… Me sentí protegida por el «Cielo». Y esta experiencia me ha ayudado a aprender a soltar el excesivo control que pongo o al menos ponía en bastantes áreas de mi vida en mi día a día, porque he empezado a confiar en esa parte invisible que actúa para/con nosotros y que, aunque queramos, nunca vamos a poder controlar. Así que, mejor, dejarla libre desde un inicio…

El nacimiento de «J» ha sido un premio gordo en mi vida. Ha sido como una meta o un oasis en medio de un desierto árido. Qué bueno que haya sido de esta manera para tener la consciencia más plena y valorar más cada pequeña cosa del día a día. Os juro que las primeras semanas, cuando miraba a mi criaturita, se me seguían llenando los ojos de lágrimas de alegría y gratitud… era algo indescriptible y mágico… algo celestial…

Y bueno, las semanas y meses han ido pasando, y como el parto/nacimiento es algo tan espiritual luego ha llegado la otra cara de la moneda que es el tomar tierra y echar raíces (por lo menos en mi caso). Y el puerperio trae cansancio y noches sin dormir, y molestias físicas que, miradas desde un punto de vista más etéreo, son tomas de tierra puras y duras, porque nuestros bebés nos necesitan enraizadas y no tan volátiles como antes de llegar ellos. Y cuando tengo un mal día porque me he despertado un millón de veces por la noche o tengo la casa patas arriba y no llego a nada y tengo ganas de llorar, me viene bien recordar que esto es algo necesario también y que, aunque me cueste, he de bendecirlo porque esto también es Vivir (con mayúscula), y me está ayudando a tener los pies firmes en el suelo.

Así que en este día a día de poco descansar y de muchos brazos y teta voy viviendo. Cansada a veces, pero en el fondo feliz, serena y autoafirmada. Con mi mochila de lo vivido a mis espaldas, pero ya sin culpabilidad ni apego hacia mi experiencia de conexión con mi alma gemela. Ya no me disturba ni me afecta. Ya no me tortura mi apego. Él ya no es lo primero en lo que pienso cuando me despierto o lo último que viene a mi cabeza cuando me acuesto. Simplemente le he hecho un hueco en mi corazón para siempre. Más bien, ese hueco siempre estuvo ahí esperándole y ahora se ha llenado. Quizás no de la manera que mi ego esperaba, pero sí de la manera perfecta en que el Universo juega al «Tetris» con nuestras vidas… Y es que el Universo sabe a lo qué juega, pero nosotros no… o al menos no desde el ego, pero sí desde el alma. Y ahora que el ego también comprende es más fácil entender y aceptar las reglas del juego o la ausencia de ellas… Y solo queda mirar atrás y bendecir cada paso por el camino recorrido.

corazon tetris

 

Y voy a terminar aquí mi post de hoy. Aunque como os comentaba, aquí abajo, a continuación, os voy a relatar esa experiencia mística que viví/sentí en aquel curso de «nacimiento espiritual», para quien pueda interesarle.

Os doy las gracias por leerme, y por vuestra atención y cariño. Y os pido disculpas de nuevo por haber tardado tantos meses en escribir. Espero poder hacerlo más a menudo, porque tengo varias entradas que dejé a medio escribir y que tengo muchas ganas de terminar y de poder publicarlas.

Os mando un abrazo enorme lleno de amor. Nos seguimos viendo por este camino de aprendizaje. Os quiero!

Ultreia

 

Mi experiencia personal en el taller de «nacimiento espiritual»

Imagino que los que habéis llegado hasta aquí es porque os interesa mucho este tema. De lo que voy a contar a continuación no tengo nada corroborado ni científicamente ni contrastado con otros blogs o textos. Es algo genuino que me sucedió y que, simplemente, me gustaría compartir. Si a vosotros os ha sucedido algo parecido sería genial que lo intercambiáramos en los comentarios. ¿Qué os parece?

Bueno, allá voy:

En el taller que hice estuvimos hablando de la visión espiritual del embarazo/parto. Se nos explicaron algunas informaciones que el creador del curso había canalizado, pero esa información no terminó de resonar en mí… era como que en algunos puntos se me quedaba un poco «coja», como sin hilar bien… Así que como el curso duraba 2 días y tuve que pasar una noche en un hotel, aquella noche, antes de dormir hice una especie de meditación-canalización para obtener mi propia información sobre aquellos puntos que os digo que no encajaron bien en mi mente/corazón.

Y comencé aquella meditación respirando rítmicamente y dejándome llevar. Sintiéndome como un bebé, o mejor dicho como el alma de un bebé en un estado previo a encarnar. Y de pronto me vi metida como en una especie de lugar, como un vórtice entre la tierra y el cielo, donde se encontraban dos fuerzas a mi alrededor, una que me sostenía desde arriba y otra que tiraba de mí hacia abajo. Y aquellas dos fuerzas eran complementarias entre sí y trabajaban coordinadamente, creando una especie de burbuja en el centro que es donde me encontraba yo. En ese lugar yo sentía calma y mucha paz, silencio y mucha luz, como blanquecina, una luz super potente pero que no dañaba a mi visión. Me sentía envuelta como por un Amor muy grande. Pero paradójicamente, por fuera de esa burjuja, donde se encontraban aquellas dos energías de la Tierra y del Cielo (por llamarlas de alguna manera) se formaba una especie de choque bestial de luz, como de olas de fuego o de electricidad… no sabría definirlo bien. Y entonces vinieron a mí las palabras «Caja de Faraday». Sé que alguna vez había escuchado hablar sobre ella, quizás en el colegio o en el instituto, pero en ese momento no sabía bien a qué se refería porque no estoy muy puesta en física ni en cosas de ciencia. Pero cuando acabé la meditación miré a qué se refería, y a continuación os pongo una definición sencilla que he encontrado en: https://www.heraldo.es/noticias/suplementos/tercer_milenio/la_jaula_faraday.html   y que dice así: «Una jaula de Faraday es una caja metálica que, al ser sometida a un campo eléctrico o electromagnético, aísla totalmente el interior. La jaula impide que las perturbaciones del exterior pasen al interior. Cuando una descarga llega a la jaula, las cargas se redistribuyen de tal modo que, en el interior, el campo eléctrico resultante es nulo; por esa razón una persona que se encuentre dentro no se ve afectada. La carga se reparte uniformemente por toda la superficie exterior de la jaula de tal modo que tanto la fuerza como el campo eléctrico en el interior de la misma se anulan. Tampoco un campo eléctrico situado en el interior de la jaula saldría al exterior.»

Así que esa información cuadraba perfectamente con lo que yo había sentido. Ese alma del futuro bebé permanecía inalterable y protegida dentro de esa burbuja o caja de Faraday mientras las fuerzas provenientes del «Cielo» y la «Tierra» trabajaban en el exterior.

Y tras recibir aquel nombre en la meditación, apareció ante mí una nueva imagen. Era como de unas «matronas del Cielo» que cuidaban y protegían a ese bebé y a la madre, y que intervenían en el trabajo de parto. Recibí la información de que aquellas «matronas» siempre estaban allí velando por ellos y que su labor era imprescindible para el desarrollo del parto y para el «descenso» del alma de ese bebé a su futuro cuerpo. Pero que su labor a veces era insuficiente si desde la tierra fallaba el trabajo realizado allí a nivel espiritual, si fallaba la «conexión». Por eso antes os comentaba que los partos sin medicalizar permiten a la madre llegar a estados mentales de mayor evasión o más cercanos al trance, y que este factor la ayudaría a «subir» a por el alma de su hijo…  Creo que la labor de la matrona de la tierra también podría ser importante en este punto (y esto ya es cosecha propia, no algo que recibí en aquella meditación). Así que desde la tierra podemos intentar favorecer al máximo la conexión con esas matronas del cielo, mediante la meditación, la relajación, abriendo una especie de canal de luz a través del que enviar entrega, aceptación, amor y una profunda confianza en el proceso… Intentando abrir un canal de pureza y amor por el que pueda «deslizarse» el alma del futuro bebé.

Y mi meditación continuó con una visualización en la que me vi descendiendo por ese canal en una de mis vidas anteriores. Estaba naciendo en una tribu africana. Era una niña, y me esperaban con muchas ganas. Yo me sentía tranquila en esa burbuja de la que os hablaba antes, pero entonces empecé a notar que algo tiraba de mí hacia abajo, como si esa burbuja fuera succionada hacia abajo… No sentía dolor ni malestar, estaba tranquila. Era como si ya me sintiera muy amada, aún sin haber nacido. Y era como si pudiese ver lo que estaba sucediendo en la tierra durante el parto de mi madre, mi nacimiento. Veía a mi madre respirando cuando sentía las contracciones. No gritaba, estaba serena. Y veía a otras muchas mujeres como cantando y moviéndose. Sus canciones estaban influyendo en mi llegada. Hacían que mi llegada fuera suave y delicada. De hecho, yo veía como si esas canciones subieran hacia el cielo adquiriendo la forma de plumas largas y rojas que me servían de amortiguador. Pero no eran plumas materiales, sino etéreas, sólo las veía yo, no existían en el mundo material. Aquellas mujeres extendían sus brazos hacia el cielo mientras bailaban, pero yo lo percibía como si fueran aquellas plumas… Era muy bello…  Y tuve la suerte de vivir aquel nacimiento tan suave y respetado, y llegue al mundo sintiéndome super amada y esperada. Mi madre me sostuvo en brazos y me besó. El amor que sentí fue indescriptible. Ni siquiera lloraba. Estaba feliz en sus brazos. Mi transición fue dulce y suave, apenas noté el paso a la materia. Aquella comunidad me esperaba y me amaba. Era un nuevo miembro de ella y pese a ser una recién nacida, mi valor era equiparable al de la anciana más sabia. Cada miembro de aquella tribu era valorado y amado…. Uaaaaaauuuu! Todavía me emociono al recordarlo… ¿Os imagináis que cada niño que llegara al mundo lo hiciera de esta manera? Creo que nuestra sociedad daría un cambio a mejor, con seres que se sienten así de bien recibidos y de amados, pues se convertirán en adultos equilibrados y amorosos, que tanta falta hacen en el mundo…

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Y ya termino de narrar mi experiencia. Ya veis que es algo muy vivencial, para nada contrastado ni científico, pero fue una experiencia que a mí me marcó mucho y que sentí muy real. Sin más hoy quería compartirla con vosotros. Espero que a alguien le haya gustado, o inspirado, o simplemente movido algo por dentro… Está relatada desde la sencillez y limitación de mis palabras, pues a nivel experiencial no podría nunca describirla tal y como fue…

Ya me despido por hoy. Y como os digo, os invito a compartir vuestras experiencias o a expresaros en los comentarios. Me encantará leeros.

Os envío un abrazo muy-muy fuerte desde este rinconcito del mundo, para el mundo.

Hasta pronto,

Ultreia

 

 

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